
Tom viajaba
de noche por una carretera comarcal de Ohio, era un viaje tranquilo y porque no
decirlo tal vez un poco aburrido. Para entretenerse había sintonizado una
frecuencia de radio en la que un loco predicador hablaba de la salvación
eterna, por supuesto después de hacer una generosa donación a su iglesia. Tom
solamente de escucharle se estaba poniendo enfermo, ¿cómo podia existir gente
que le creyera? ¿no estaría prohibido vender productos falsos como las astillas
de la cruz de Cristo o las lágrimas de la virgen María? Estaba tan indignado
que casi no se dio cuenta de una jovencita que caminaba por el árcen de la
carretera y le hacía gestos para que se detuviera.
Casi
frenando en seco Tom detuvo su vehículo pocos metros por delante de la chica.
- Cielo,
como se te ocurre caminar sola a estas horas con el frío que hace, he estado a
punto de llevarte por delante con mi coche – dijo Tom mientras reducía el
volumen de la radio.
- Gracias
por detenerse señor, tengo mucha prisa porque mi bebé me está esperando, se me
ha hecho de noche y nadie se ha detenido para ayudarme, usted debe ser la
tercera persona que veo en media hora y el primero que me ayuda.
- No te
precoupes, si no me desvía mucho del camino te acercaré a tu casa.
Tom no
acostumbraba a recoger autoestopistas y probablemente si no hubiera estaba tan
absorto con el programa de radio que escuchaba no se hubiera arriesgado a
detener su vehículo para ayudar a una desconocida. En todo caso al ver la cara
de preocupación de la que parecía casi una niña y escuchar la historia de que
debía reunirse con su bebé se conmovió.
- Hola, me
llamo Tom, no se como no te has congelado en una noche como esta – le dijo
mientras le ofrecía una sonrisa.
-Muchas
gracias Tom, soy Sarah, no tenía previsto caminar hasta tan tarde, realmente no
estoy lejos de casa, sólo hay que llegar al próximo puente que está a un par de
kilómetros, allí está mi bebé esperándome.
Tom no se
atrevía a preguntarle la edad a la chica, le había dejado impresionado que
nombrara dos veces a su bebé pues no aparentaba tener mas de catorce o quince
años. Fijándose un poco en las ropas de Sarah se dio cuenta que probablemente
perteneciera a algún tipo de congregación amish porque sus holgadas vestimentas
parecían casi sacadas del siglo pasado. Estaba confuso y no sabía que tema de
conversación sacar pues aunque se moría de ganas de comentar con alguien las
estupideces que pregonaba en su discurso el predicador, sabía que los amish
eran bastante religiosos y lo que menos pretendía era incomodar a la chiquilla.
Casi sin darse cuenta se creo un incómodo silencio que duró un par de minutos
hasta que…
-¡Es aquí! –
dijo la chica al acercarse al puente que le había mencionado antes.
Tom redujo
la velocidad del vehículo hasta que como por arte de magia, al situarse sobre
el puente, el coche se detuvo solo. Las luces, la radio y la calefacción se
apagaron y por más que trataba de arrancar nuevamente le resultaba imposible. Y
entonces sintió algo a su izquierda…
Era como si
todos los animales que habitan la noche se hubieran puesto de acuerdo para
hacer un silencio absoluto, no se escuchaba nada, ni tan siquiera el viento
mover las hojas de los árboles cercanos. Cuando de repente un suave llanto se
empezó a oir, era como un susurro que cada vez se hacía más fuerte. Bajó la
ventanilla para escuchar mejor y cuando se dio la vuelta vio que la chica ya no
estaba en el asiento del copiloto.
Era
verdaderamente extraño, porque no había escuchado abrirse o cerrarse la puerta
de su acompañante, también le resultó raro que se fuera sin despedirse pues se
había mostrado muy educada durante los escasos minutos que la había conocido.
Pero lo que verdaderamente le atormentaba era ese llanto que cada vez era más
intenso, como el de un bebé que lleva desatendido horas. Bajó del vehículo y se
acercó al borde del puente donde parecía que se escuchaba con mayor intensidad.
No había duda provenía de debajo del puente.
Tom no era
un hombre valiente pero se encontraba como hipnotizado por los quejidos de lo
que parecía un bebé, pensó que tal vez Sarah había bajado a atender a su hijo y
por eso, con las prisas, no se había despedido, así que regresó a la entrada
del puente y bajó al río por uno de los laterales.
Descendió
hasta encontrarse cerca del río, el lugar del que parecía provenir el llanto.
Misteriosamente, y aunque no podía ver nada, cada vez podía escuchar con más
claridad el lamento del bebé, era extraño porque parecía provenir de las aguas
y por más que miraba junto a su lecho no podía ver nada, pero entonces lo
sintió…
Como si una
fría aguja de hielo se clavara en su espalda, le sacudió un escalofrío que le
dejó prácticamente petrificado. Podía notar como alguien le miraba desde el
puente, una mirada fija que le helaba la sangre. Lentamente levantó la cabeza
para ver quien le vigilaba y cayó al suelo de la impresión…
Colgando del
puente se encontraba el cadáver se Sarah que parecía haberse ahorcado con una
cuerda atada a la barandilla del puente. Sus fríos ojos de muerta le miraban
fijamente, su rostro tenía una extraña mueca de dolor y su boca parecía
desencajada, pero lo más aterrador estaba por llegar. Porque aunque Sarah
parecía llevar varios días muerta en el lugar, empezó a moverse. Un brazo se
extendió y con un dedo señaló el lecho del río.
Tom aún
desde el suelo estaba tan petrificado por el miedo que no se atrevía a moverse,
pero como la luz atrae a los insectos nocturnos casí sin poder evitarlo giró su
cabeza hasta mirar al lugar donde apuntaba el dedo en descomposición de Sarah.
En el agua
podía verse el cuerpo de un recién nacido flotando boca abajo y una vez más
escuchó el llanto desconsolado.
El miedo dio
camino al pánico y el terror que antes le paralizaba ahora le obligaba a
correr, a correr tan rápido como podía. Subió tropezando por la cuesta por la
que había descendido al cauce del río y se metió nuevamente en su coche. Pero
no arrancaba y cada vez se escuchaba más cerca el llanto del niño y el lamento
del espíritu de Sarah. Totalmente desesperado empezó a empujar el vehículo que,
tan misteriosamente como se había apagado, se encendió solo al cruzar el
puente. Subió al coche y condujo tan rápido como pudo para escapar del Puente
de los Lamentos.
NOTA: La
leyenda de los “Puentes del llanto del bebé” (Crybaby Bridge) es una de las más
conocidas en Estados Unidos y tiene especial difusión en el estado de Ohio
donde prácticamente todos los puentes de construcción antigua tiene su propia
leyenda. La mayoría de estas historias tiene un punto en común, una madre
demasiado joven que tras ocultar su embarazo decide arrojar a su bebé recién
nacido al río desde un puente para que sus padres no la descubran. El bebé
muere ahogado (o golpeado por las rocas según la versión) y la madre sufre tal
sentimiento de culpa que acaba suicidándose ahorcándose desde una viga del
puente (o lanzándose al río ella también). Desde ese momento el alma en pena
del bebé no cesa de llorar cada noche y el espíritu de la madre trata de
encontrarlo a la orilla del río o busca ayuda de los conductores que circulan
sobre el puente.
En casi
todas las versiones si detienes el vehículo sobre el puente y te paras a
escuchar podrás oir el llanto, y lo que es más escalofriante, tu vehículo se
detendrá y no podrás arrancarlo de nuevo. La única forma de ponerlo en marcha
nuevamente será empujarlo hasta cruzar completamente el puente.
Existen
muchas variantes de esta leyenda, en algunas el espíritu de la madre y el niño
te pueden llegar a incitar a suicidarte, ahorcándote como lo hizo la madre o
simplemente saltando al río donde las frías aguas o un golpe contra las rocas
acabará con tu vida. En otras versiones se habla de un orfanato que se incendió
y los niños asustados al escapar acabaron ahogándose en el río. Por eso es
posible escuchar más de un lamento.
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