Una pareja se muda a vivir a una casa de campo muy cercana
al bosque. El marido comenzará entonces a pasear rutinariamente a su perro
todas las tardes, hasta que unas extrañas desapariciones sacudirán el pueblo
donde viven…
Julián y Marta eran una pareja feliz que desde hace un año
se había mudado al campo, el lugar era perfecto para que Julián se pudiera
dedicar a escribir su novela sin ser molestado y Marta se dedicara a la
pintura. Aquello era su afición y, desde hacía un par de años, su medio de
vida, ya que había comenzado a exhibir su arte en diversas galerías y cada vez
era más cotizada y conocida.Ambos estaban encantados con su nuevo hogar ya que
estaban lo suficientemente cerca del pueblo como para poder realizar las
compras o salir a cenar fuera, pero la finca era privada y eso les daba la
privacidad que necesitaban para sus trabajos, y alejaban a visitantes molestos
e inoportunos.La pareja además estaba muy enamorada y habían empezado a hablar
de ampliar la familia. La idea de que sus hijos se criaran en un ambiente tan
protegido y entre la naturaleza era algo que a ambos les encantaba. La
convivencia además iba viento en popa, Julian era la persona más ordeanda y
disciplinada que Marta había conocido en toda su vida. Metódico y detallista,
tenía una rutina casi militar. Todas las tardes salía a correr junto a su
perro, un paseo que encantaba al animal porque siempre llegaba feliz y agotado
de tanto esfuerzo. Sin embargo la paz que tenían parecía estar a punto de
acabar…
Desde hacía varias semanas se habían empezado a dar extrañas
desapariciones en el pueblo, varios coches de turistas o gente que estaba de
paso se quedaban estacionados por largos plazos de tiempo sin que sus dueños
regresaran a reclamarlos. Eso al principio no parecía molestar a nadie pero en
un pueblo pequeño siempre se comenta todo y el misterio parecía ir a más cada
vez. Ya eran más de una docena los coches estacionados en la gasolinera y
calles más alejadas del centro. Llegó un punto en el que la preocupación de
algunos habitantes fue tal que llamaron a la Policía para que investigara los sucesos.
Las autoridades poco pudieron aclarar del asunto, las
propietarios de los vehículos habían desaparecido e incluso había denuncias de
familiares reclamando que se realizara una investigación. Lo único que pudo
encontrar la Policía, fue restos de sangre en uno de los vehículos, poca
cantidad, como si alguien hubiera arañado a su agresor y luego se agarrara al
asiento. Los restos estaban deteriorados y en el pueblo no había equipo
suficiente para hacer una prueba de ADN, por lo que llamaron a la ciudad para
que mandaran a un investigador. Julián estaba muy preocupado por Marta y cada
vez que ésta tenía que ir al pueblo, siempre se ofrecía a acompañarla; aún así,
pasados unos días, casi sin darse cuenta regresaron a su rutina. Hasta que una
tarde…
Julián había salido a su habitual paseo con el perro hacía
casi cuatro horas y Marta estaba muerta de miedo, él siempre se negaba a
llevarse su teléfono cuando salía a trotar, por lo que no tenía forma de
localizarle. Llamó a un par de conocidos en el pueblo pero nadie parecía
haberle visto, estaba a punto de buscar una linterna para adentrarse en el
bosque en su búsqueda cuando apareció cojeando por la puerta con el perro con
la boca manchada de sangre.
Estaba totalmente arañado y cojeaba de su pie derecho, pero
lo más inquietante era un corte que Julián tenía en uno de sus brazos, un corte
tan profundo y limpio que parecía hecho con algún tipo de cuchillo. Marta le
abrazó y le besaba muerta de susto.
- Mi amor ¿qué te ha pasado? ¿cómo te has hecho esto?.
- Estaba paseando con Cronos (el nombre del perro) cuando ha
aparecido un jabalí, el animal debía estar herido o algo porque me ha atacado.
Corriendo entre los árboles me he raspado con las ramas, hasta que me he
torcido el tobillo y he caído al suelo. En ese momento el animal me ha herido
en el brazo y, si no hubiese sido por Cronos, probablemente no lo hubiera
podido contar. Se ha portado como un valiente atacando al jabalí y haciéndole
huir.
Marta estaba realmente asustada, casi pierde a su marido y no
se había dado cuenta, el pobre debía haber pasado un calvario para poder llegar
hasta su casa con esa torcedura en el tobillo. Llamó al médico del pueblo y
limpió las heridas de Julián.
El doctor no tardó ni veinte minutos en estar en su casa y
diagnosticó lo que ambos se temían, tenía un esguince en el tobillo y
necesitaría al menos dos semanas de reposo absoluto si quería recuperarse del
todo. Pero lo que más le llamó la atención al médico fue el corte del brazo,
nunca había visto un corte tan limpio, era casi perfecto. Cosió la herida y les
prometió volver en un par de días para ver la evolución de los puntos y evitar
que se infectara. Les dejó unas gasas limpias y un antibiótico, así como las
indicaciones de cómo cuidar los cortes y el tobillo.
Tanscurrieron unos días y Julián se encontraba mejor, aún no
podía levantarse de la cama pero los amorosos cuidados de Marta le estaban
ayudando a recuperarse muy rápidamente. El que parecía otro era Cronos, el
perro, no quería comer nada y cada vez estaba más agresivo. La verdad es que
Marta nunca se encargaba del perro, era Julián quien siempre le daba de comer y
le sacaba a pasear.
Cronos era un imponente ejemplar de doberman, una raza de
perro que requiere mucho ejercicio, y Marta lo sabía. Así que aprovechando que
Julián se durmió una siesta, decició salir a pasear con el animal, un paseo no
muy largo ya que le daba miedo adentrarse en el bosque sabiendo que el jabalí
podía seguir por allí.
Le puso la correa y casi sin darse cuenta el animal comenzó
a guiar el camino, Marta podía a duras penas seguir el ritmo del perro que
tiraba con fuerza de la cuerda que le sujetaba. La estaba adentrando en el
bosque más de lo que ella quería, pero era incapaz de sujetar al animal y
esperaba que éste se cansase de remolcarla. Hasta que finalmente el animal se
soltó y salió corriendo.
Marta corría detrás de él pero Cronos era mucho más rápido,
por suerte para ella unos cincuenta metros más adelante había una pequeña
cabaña, casi escondida entre las rocas, en la que se adentró el perro.
Probablemente era la cabaña de un cazador y el animal la había llevado allí
guiado por el olor de algún animal muerto.
Al acercarse un fuerte olor a podredumbre le golpeó en la
nariz, era el mismo olor que tiene la carne al descomponerse, era tan
insoportable que ni tapándose la nariz podía disimularlo. Empezó a gritar desde
fuera de la cabaña para que saliera el perro, pero éste no obedecía, por lo que
al final tuvo que ser ella quien entrara.
Todo estaba bastante oscuro pero pronto se dio cuenta que
Cronos estaba a pocos metros de la entrada comiendo algo en el suelo, cuando se
acercó pudo ver que lo que parecía un bulto era en realidad el cuerpo de una
persona. Asustada, comenzó a andar hacía atrás hasta que sin darse cuenta se
tropezó contra un armario, el golpe provocó que un parde frascos de cristal
cayeran al suelo, al estallar contra el pavimento decenas de ojos humanos
salieron rodando por el suelo y se levantó un fuerte olor a alcohol. Marta
comenzó a vomitar, el espectáculo era repugnante y cuanto más se fijaba en el
interior de la cabaña, más macabro resultaba todo.
Habían restos humanos desperdigados por toda la cabaña,
sobre una mesa de madera había varios tipos de cuchillos y hachas con los que
alguien parecía haber estado descuartizando a sus víctimas. En una de las
esquinas había algo que enseguida le resultó familiar a Marta, una motosierra
que ella misma había regalado a Julián y decorado con sus pinturas para simular
un simpático pez sierra.
Todo empezaba a cuadrar en su cabeza, los metódicos paseos
de su marido cada tarde, la forma en la que el perro la había guiado
directamente hasta el lugar, cómo el animal se había negado a comer durante
días y cada vez estaba más agresivo, las desapariciones que habían comenzado
poco tiempo después de su llegada al pueblo…
Marta lo sabía, no necesitaba que nadie se lo confirmara, su
marido era un asesino y utilizaba esa cabaña para descuartizar y esconder los
cadáveres de sus víctimas. Cada insignificante detalle que antes había pasado
por alto, parecía llevarla siempre a la misma conclusión.
Asustada, salió corriendo en dirección al pueblo, no era
complicado para ella guiarse por la zona porque había un par de montañas que la
servián de guía y la orientaban en la dirección correcta. Una hora y media
después regresó a la cabaña con una docena de hombres del pueblo entre los que
estaban un par de policías.
Al llegar allí, más de uno de esos hombretones de campo empezaron
a temblar como niñitas. Al iluminar el interior de la cabaña con sus linternas,
el espectáculo que vieron les heló la sangre. Todo era mucho peor de lo que
había descrito Marta, había restos humanos de al menos veinte personas, algunos
habían sido preservados en alcohol y otros colgaban de ganchos con el cuerpo
parcialmente devorado por el perro.
Un policía se acercó al cuerpo que había tendido en el
suelo, era el más reciente y parecía que le habían asesinado y habían tenido
que salir huyendo, en una de sus manos sujetaba un revólver al que le faltaban
un par de balas, probablemente había disparado al asesino cuando éste le
sorprendiera investigando en su cabaña. El hombre era el investigador enviado
desde la ciudad y parecía que la causa de su muerte había sido que Cronos le
había desgarrado la garganta.
A los pocos minutos un dispositivo policial se presentó en
la casa de Marta y Julián, pero Julián había desaparecido del lugar dejando
todas sus pertenencias. Probablemente el perro, al regresar a casa con la boca
ensangrentada, le advirtió que su guarida había sido descubierta, o tal vez es
porque en un pueblo pequeño siempre se comenta todo…
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