
El suceso de
tintes bizarros que gira en torno a Carl Tanzler y sus retorcidas
predilecciones en el amor y el cariño, parecen sacadas de una leyenda urbana, aunque en
realidad esta historia es verídica.
Dicho individuo se bautizó
con numerosos nombres, aunque Conde Carl Von Cosel sería uno de los más conocidos,
junto a Tanzler, por no hablar de su certificado de matrimonio alemán, donde firmó con el nombre
de Georg Karl Tänzler.
Tanzler nació
en 1877 en Dresden, Alemania y se mudó a Zephyryhills, Florida, en 1927. Pronto se
sumaron su esposa y dos hijas. Allí, consiguió un trabajo como radiologista en el Hospital para
Marines de Estados Unidos en Key West. Se contrató a Tanzler para
atender la sección
de enfermos de tuberculosis, que por aquel entonces era una enfermedad muy
extendida y mortal. Por más
que los doctores se empleasen en sus pacientes, la tuberculosis se cobraba
muchas vidas en aquella década
de 1930. Muchos de los conocidos de Tanzler eran pacientes, y la mayoría sucumbían ante esta
enfermedad. La carga emocional y mental que esto requiere, es difícil de entender
para nosotros que no nos enfrentamos a la muerte a diario, pero para cualquier
mente sana, esta desensibilización
en la realidad de la mortalidad, supone una peligrosa mella. En este punto,
cabe destacar que Tanzler no era una de las personas más estables,
siempre fabulando sobre nuevas técnicas
y conocimientos médicos
que nunca fueron refutados. Decía
saber curar varias dolencias con técnicas no testadas y siempre mencionó sus títulos y
cualificaciones que nunca pudieron ser demostrados. Al parecer, no disponía de ninguna
formación
de escuela médica
alguna. Estos delirios de grandeza, quedaban constatados cuando narraba que
siendo tanto niño
o adulto, fue visitado por el espíritu de un antiquísimo ancestro, la Condesa Anna Constantia Von
Cosel, de la cuál
Tanzel empezó
a adoptar su nombre. Esta aparición, le enseñó visiones sobre una exótica belleza de
negros cabellos que sería
el amor de su vida. Aunque estaba casado y con hijos, Tanzler creyó haber
encontrado a su particular venus, cuando conoció a Maria Elena Milagro “Helen” de Hoyos en
abril de 1930. Elena era una paciente de tuberculosis que contaba con 22 años y una gran
belleza. Tanzler se esmeró
en sanar a Elena a toda costa, y su desesperada familia accedió a que la
tratase con sus métodos
poco ortodoxos, que no habían
sido probados en nadie con anterioridad. Estos consistían, desde
hierbas medicinales a tratamientos de rayos X. De esta manera, Tanzler empezó a profesar un
amor hacia Elena, a la cual agasajaba con regalos y atención, aunque sus
remedios médicos
no la rescataban de la enfermedad. Al parecer, la idea que tenía Tanzler, era
que si salvaba a Elena de esta enfermedad fatal, no le quedaría más remedio que
estar en deuda amorosa con él.
A pesar de sus obsesivos esfuerzos, Elena murió el 25 de Octubre de 1931. Tanzler temía que las aguas
subterráneas
contaminaran el cuerpo de la fallecida, por lo que construyó un mausoleo
elevado del suelo donde descansaría el cuerpo en paz, con el permiso de la familia.
Allí, comenzó a visitar a
Elena, y su relación
con ella avanzó
a un estadio más
macabro. La familia de Elena, había confiado en él la vida de su hija, y conociendo lo mucho que
hizo por ella, no sospecharon nada de sus visitas a la tumba. Lo que no sabían en ese
momento, es que Tanzler se había
embarcado en una carrera contra la descomposición del cuerpo de Elena, intentando mantener el cadáver en un
estado de éxtasis.
Preservó
el cuerpo con formaldehido e intentó otras dudosas técnicas como aplicarle electricidad con un cañón tesla o ungüentos de partículas de oro.
Durante los siguientes dos años,
se sentaba junto a Elena la mayoría de noches, manteniendo largas conversaciones con
su cadáver. Incluso
llegó a instalar un
teléfono para poder
comunicarse con ella aunque no estuviera presente allí. Tanzler
manifestó
que el fantasma de Elena le visitaba de forma regular, pidiéndole que
retirase el cuerpo de su tumba. Eso es lo que hizo en 1933, robando el cuerpo
de Elena del mausoleo y llevándola
a su casa. En este punto, Elena llevaba muerta dos años, y Tanzler
luchaba incesantemente para preservar su cuerpo. Usaba toda clase de
preservantes para detener la descomposición, y aplicaba botella tras botella de perfumes para
compensar el hedor que desprendía
su marchito cuerpo. Nada parecía
funcionar, y el cuerpo de Elena Hoyos continuó pudriéndose. A pesar de eso, intentó siempre que
ambos permanecieran juntos, simulando vivir una feliz relación. Para ello,
incluso tocaba canciones en el órgano
para ella, instrumento en el que Tanzler era experto. Mientras el proceso de
descomposición
continuaba, sus métodos
se fueron extremando. Usó
cuerdas de piano para mantener sus huesos juntos, en un bizarro intento de
conservar su esqueleto formado. Cuando sus ojos se pudrieron, los sustituyó por unas réplicas de
cristal. Su piel podrida pronto fue cayendo, y mientras lo hacía, Tanzler fue
reemplazándola
con una extraña
composición
que había
creado, mezclando terciopelo, cera y yeso. En cada paso natural de la
descomposición,
Tanzler intentó
congelar a Elena en el tiempo, y con cada uno de estos pasos, ella era menos
ese cuerpo al que había
amado. Pronto se convirtió
en una muñeca
mórbida, una
triste caricatura de la Elena Hoyos viviente. Su cuerpo se desmoronaba a la vez
que sus órganos
se descomponían,
y Tanzler llenó
su estómago y pecho
con trapos con la esperanza de conservar su forma. El pelo fue cayendo, y usó esos mismos
cabellos para fabricar una peluca con la que vestir su cada vez más calva cabeza.
Algunas versiones, alegan que instaló un tubo que actuaba como una falsa vagina con la
que realizar el acto sexual, pero estas evidencias no fueron registradas en los
primeros informes cuando el caso salió a la luz. Este hecho fue “recordado” por dos científicos presentes
en la autopsia de 1940 cuando pasaron 30 años del incidente. En 1940, nueve años después de la muerte
de Elena, su hermana oyó
rumores acerca de las acciones de Tanzler y fue a visitarle. En su casa,
encontró
el cuerpo, vestido con las ropas de Elena. Tanzler fue arrestado y se le sometió a un examen
psiquiátrico. Se le
encontró
capaz de enfrentarse a un juicio con el cargo de haber “destruido una
tumba y haber profanado el cuerpo sin autorización de forma malintencionada”. Aun así, el estatuto
de limitaciones para los crímenes
contra tumbas, había
expirado en su caso, por lo que nunca fue castigado. Esto choca con una noticia
que he encontrado sobre una fianza pagada para liberarlo. El caso es que no fue
preso. Esta terrible y extraña
historia fue cubierta por los medios, pero la opinión pública,
sorprendentemente, se decantó
a favor de Tanzler. Mucha gente lo consideró un romántico excéntrico, que quizás se había equivocado, pero nunca con mala intención. El cuerpo de
Elena Hoyos fue examinado por médicos
y patólogos, y fue
mostrado a un público
de miles de personas. Tras esto, su cuerpo se enterró en una
localización
secreta, donde permanece aun actualmente. Tanzler escribió una
autobiografía
pasados unos años,
que apareció
en la revista de fantasía
y ciencia ficción,
“Aventuras fantásticas”, en 1947. Pero
esto no se trataba de algo ficticio, y la historia continuó. Aunque
Tanzler había
perdido el cuerpo de Elena, su obsesión no menguó. Usó
una mascarilla para crear una efigie, vistiéndola como Elena. De alguna manera, la grotesca
transformación
de una bella mujer a una muñeca
perturbadora, había
terminado. No había
duda de que Elena Hoyos, su querida compañera en vida, inhabitante del cuerpo artificial, era
más importante
para Tanzler que la Elena real, una bella mujer que nunca estuvo enamorada de él al principio.
Vivió de sus
recuerdos con esta efigie el resto de su vida. Tanzler murió el 13 de
Agosto de 1952 en su casa. Una versión cuenta que murió con la efigie de Elena en sus brazos, aunque su
obituario declara que fue encontrado muerto, desvanecido tras uno de sus órganos. Esta
impactante historia ha sido reflejada en varios trabajos musicales y se ha
mostrado en museos. Algunas bandas de música han dedicado sus canciones a la historia de
Tanzler, o hay exhibiciones de Tanzler y Elena en los museos “Ripley’s Believe It or
Not museum“,
así como en la
Galería de arte
Martello y el Museo de Historia de Key West, ambos en Key West, Florida. La
historia es impactante, sí,
pero se ha discutido que sería
fácil tildar a
Tanzler de lunático.
A su modo, permaneció
fiel a quien amaba, aunque su visión de la realidad fuese una ilusión deformada.
Nos produce curiosidad, y luego nos disgusta por lo que hizo. ¿Podemos llegar
a sentir algo de lástima
por él, un hombre
que no pudo soportar vivir en un mundo aparte de la mujer que no podía perder? Quizás la historia
sea tan macabra que nos cueste verla desde un punto de vista romántico.
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